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El martes en la conferencia de prensa previa nos dio alguna pista de lo que podía pasar esta semana. “Mi juego no está donde yo quiero, sobre todo alrededor del green. Hoy fue una buena sesión de práctica y espero mañana poder tener otra igual en el range y estar listo para el campeonato”, dijo Tiger Woods, para agregar, “el año pasado jugué 17 torneos tratando de mejorar mi ranking y clasificar para algunos torneos, pero este año acoté mi calendario. Para poder jugar muchos años más no puedo jugar mucho”. Así Tiger nos contaba sus planes para el futuro y nos dejaba saber que su espalda se resiente con mucha actividad. Consultado por su poca actividad después del Masters hizo referencia al enorme esfuerzo de esa inolvidable semana. “El desgaste físico, pero sobre todo mental que me produjo esa semana me dejó sin energías. Algo parecido me pasó el año pasado cuando gané en Atlanta y después en la Ryder Cup no pude sumar ni un punto. Augusta fue muy duro porque cuando Molinari cometió ese error en el 12, éramos 7 u 8 jugadores con chances de ganar”. Ese fue el motivo por el cual no jugó hasta el PGA Championship y se notó en su juego. Entre Bethpage y Pebble Beach solo jugó Memorial, y recién el domingo del US Open se lo notó más suelto con su swing. Esta semana en Royal Portrush en su primer golpe hizo un gesto como que algo le molestaba y se lo vio moverse en forma lenta, sin energía y el score lo reflejó. Se lo vio mejor el viernes, pero necesitaba algo especial que no sucedió. “La espalda me molestó, pero lo que realmente me molesta es no pegar bien y no poder hacer score”, fueron las palabras de Tiger Woods cuando se despidió del Open. Ya anunció que no juega esta semana y que recién volverá para los play offs. Cuánto lo veremos en los próximos años es una incógnita, pero queda claro que lo que vimos en 2018 no se repetirá, y ganar será cada vez más difícil para Tiger Woods.